Curiosidades del Idioma
Esta primera entrega es a manera de introducción, por lo que si la consideran extensa les prometo que en entregas posteriores iré directamente al grano.Por regla general, la gente piensa que el idioma es un sistema perfecto, basado en una lógica elemental, que pauta que las cosas se digan de una manera determinada, y no de otra.
La vida nos enseña que no es así. El idioma tiene, en efecto, una base lógica, la misma que rige el pensamiento racional, esencial del lenguaje, en el uso cotidiano de este se dan muchos casos en que aquella lógica se rompe, los esquemas básicos se alteran, y, sin embargo, en nada se afecta la doble función esencial del lenguaje, como es expresar, o sea, exteriorizar sentimientos e ideas, y comunicarse unas personas con otras.
Es interesante el caso del verbo romper, cuyo participio debería ser rompido, pero es roto.
Sin embargo, corromper, que es compuesto de romper, tiene dos participios, uno regular, corrompido, y otro irregular, corrupto, este último formado con ruptus,que es la raíz latina del castellano roto.
Algo parecido ocurre con el verbo imprimir, que tiene también dos participios pasivos: imprimido, que es regular, e impreso, que es irregular, y ambos se usan en diferentes casos, lo cual hay que tener en cuenta cuando se vayan a emplear.
En otro orden de ideas, siempre me ha llamado la atención que, en nuestro idioma, todos los nombres de vehículos o medios de transporte, de género masculino, den derivados de género femenino: carro / carreta; avión / avioneta; patín / patineta; camión / camioneta; vagón / vagoneta; furgón / furgoneta; biciclo / bicicleta… Y aunque no es propiamente un medio de transporte, podría asimilarse al caso la derivación chanclo, chancleta. La lógica pareciera indicarnos que si el nombre de un vehículo o medio de transporte es masculino, masculinos deberían ser también los derivados del mismo.
Interesante es también el caso de un vocablo que tenga dos definiciones, contrarias entre sí. Tal ocurre con el vocablo huésped, que figura en el DRAE, en su primera acepción como la “Persona alojada en casa ajena”, y en la cuarta acepción como “Persona que aloja en su casa a otra”. Con lo que se da la curiosa paradoja de que dos individuos, el dueño de una casa y el extraño que se aloja en ella, sean recíprocamente huésped el uno del otro.
Es bien sabido que en Castellano se usa mucho el diminutivo, que posee una gran expresividad. Se supone que el diminutivo es un vocablo que disminuye el significado de otro del cual deriva: cosita es menos que cosa; perrito es menos que perro; ojitos es menos que ojos. Lo curioso es que, en algunos casos, el diminutivo no disminuye el significado de la palabra primitiva, sino que mas bien lo aumenta. En efecto, si decimos “Está clarito”, damos a entender que está más claro, y no menos claro. Y apuradito es más que apurado, y tempranito más que temprano. Hasta puede darse una gradación en cuanto a la dimensión de lo que se expresa, de modo que a más diminutivo, mayor grado de significación. Obsérvese, por ejemplo, la diferencia entre los adverbios cerca, cerquita y cerquitica. O entre ahora, ahorita y ahoritica. O entre chico, chiquito y chiquitico.
Excúsenme la expresión pero que jodida nuestra lengua.
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